Hace unos meses yo no tenía estas preocupaciones, pero ahora me encuentro con que resulta que hay que dedicarle tiempo (y, a veces, hasta valentía) a cosas que son un incordio, pero que no te queda más remedio que ocuparte de ellas porque si no te arriesgas a salir a la calle como un monstruo peludo, o como si te estuviera visitando la cara el hermano pequeño del sarampión...
Por eso, de repente, te encuentras con que en tu vida cotidiana empiezan a tener lugar actividades como pedir hora a la esteticienne; hacer de tripas corazón y no tenerle miedo a la depiladora philips; descubrir las mascarillas de avon y las toallitas astringentes...
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